Ferrari encarna la mezcla perfecta entre emoción pura y diseño escultural, capaz de convertir cualquier carretera en un escenario y cualquier viaje en una experiencia memorable. Si buscas un coche que hable por ti antes de que abras la boca, Ferrari sigue siendo la declaración de intenciones más elocuente y divertida del garaje.
Ferrari sigue manteniendo esa fórmula que hace que un coche se distinga a 100 metros: volúmenes bajos, nervios curvos y detalles con intención aerodinámica que parecen esculpidos bajo gravedad. La gama actual va desde los 12Cilindri Coupé y Roadster hasta los 296 Coupé y Roadster, pasando por Amalfi, Purosangue, Roma Coupé y Roma Convertible, y los radicales SF90 Coupé y SF90 Roadster, con imágenes que mezclan tradición y modernidad. Cada modelo tiene una personalidad visual clara —desde la elegancia discreta de Roma hasta la agresividad tecnológica del SF90— y se reconoce por su silueta y el emblema del cavallino rampante.
Los habitáculos combinan materiales nobles como cuero, fibra de carbono y aluminio con una ergonomía orientada al conductor, donde la instrumentación digital y el volante con mandos integrados mandan la función. La calidad percibida es alta y los ajustes suelen ser precisos, aunque la funcionalidad sigue subordinada al carácter deportivo: botones importantes en el volante, menos compartimentos y una posición de conducción baja. Los asientos pueden ser extremadamente envolventes o más confortables según la especificación, pero en todos los casos la sensación es de coche de alto rendimiento más que de berlina de lujo.
La practicidad depende mucho del modelo: las berlinettas como Roma ofrecen maleteros suficientes para un fin de semana, mientras que los biplaza de motor central suelen limitar el equipaje a una o dos maletas pequeñas; a modo orientativo, los volúmenes en berlinas y GT suelen situarse en torno a 200–300 litros, mientras que las deportivas de motor central disponen de compartimentos más reducidos. El Purosangue abre la puerta a la familia y a la vida diaria con más espacio y versatilidad, acercándose al comportamiento de un SUV premium. En cualquier Ferrari la prioridad es la experiencia de conducción, por lo que la practicidad es moderada pero con soluciones inteligentes para el uso cotidiano.
Ferrari ofrece una gama que va desde la sutileza de un V12 coupé hasta la descarga eléctrica de los híbridos; el SF90 Stradale, por ejemplo, combina tracción total eléctrica y térmica para ofrecer prestaciones del orden de 0–100 km/h en torno a 2,5 segundos, mientras que los 296 híbridos alcanzan cifras cercanas a 2,9 segundos en aceleración. El chasis, la dirección y la distribución de masas se calibran para respuesta inmediata y control en curvas, con ayudas electrónicas afinadas para maximizar lap times sin desnaturalizar la sensación. En vías rápidas la estabilidad es soberbia, y en carreteras reviradas la entrega de potencia y el compromiso del eje trasero definen la experiencia de conducción.
La electrificación ha entrado en la gama con híbridos enchufables que permiten pequeños tramos en modo eléctrico y reducen consumos teóricos en recorridos mixtos, aunque en uso deportivo el consumo se dispara rápidamente; la autonomía eléctrica útil suele ser limitada, típicamente en el orden de 15–30 km según ciclo y modelo. En conducción agresiva la cifra de consumo vuelve a ser alta y la eficiencia depende más del estilo de uso que de la tecnología, por lo que los costes operativos y repostajes siguen siendo superiores a los de vehículos convencionales. Para quien busca un Ferrari el compromiso es claro: menos consumos en ciudad ocasional, pero prestaciones que implican gasto cuando se exprime el coche.
La electrónica se centra en mejorar rendimiento y seguridad en pista, con controles de tracción/estabilidad, modos de conducción múltiples y sistemas de recuperación de energía en los híbridos, además de ayudas a la conducción cada vez más completas según el modelo. El sistema de infoentretenimiento incluye integración con smartphones mediante Apple CarPlay/Android Auto en muchas unidades, aunque la interfaz prioriza la claridad y la mínima distracción; las funciones semiautónomas son discretas y orientadas a seguridad, no a conducción manos libres prolongada. En resumen, la tecnología es moderna pero con la intención clara de no robar protagonismo al conductor.
Ferrari está dirigida a quien busca rendimiento, exclusividad y una experiencia emocional al volante más que simple transporte: coleccionistas, entusiastas con presupuesto y clientes que valoran imagen y sensación de pilotaje. Hay opciones más terrenales dentro de la familia —Roma o Purosangue— para uso más cotidiano, mientras que modelos como SF90, 12Cilindri o los 296 se enfocan en quien prioriza prestaciones y dinámicas extremas. Poseer un Ferrari implica aceptar costes de mantenimiento y seguro superiores, pero ofrece a cambio tecnología puntera, artesanía y, sobre todo, una presencia en carretera difícil de igualar.
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